Marinelli entró el primero. Aunque no hacía falta porque la puerta estaba a medio abrir le arreó una patada y se plantó en medio del bar con la Thompson en la mano. Una cortina de plomo lo hizo bailar durante unos segundos y acto seguido cayó al suelo como una marioneta. "!Mierda jefe! ¡Nos estaban esperando!" Esas fueron sus ultimas palabras.
Riggieri y yo nos apartamos cagando leches antes de que otra rociada de balas nos perjudicase la salud. "Hay que joderse...Maltés, vete por la puerta de atrás a ver si puedes hacer algo. Yo los entretengo desde aqui".

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